Filosofía Podada

Thursday, March 01, 2007

La verdad

Verdad es un concepto relativo. Se refiere al estado mental psicológico y social que resulta de la correspondencia o no del pensamiento con los hechos o las cosas. Es una relación entre alguien que piensa y algo pensado, cuando lo expresado en el pensamiento se puede explicitar con enunciados calificables de 'verdaderos' o 'falsos'. Si no hay tal relación, no se puede hablar de verdad. Si falta la acción de pensar, o falta algo sobre qué pensar, no se puede hablar, al menos en presente, de verdad ni de falsedad. Los escolásticos definían esta relación como verdadera cuando se daba una perfecta 'adaequatio intellectus et rei' (adecuación del entendimiento y la cosa). Se entiende por 'cosa' todo lo que hay, ya sean hechos, realidades físicas o realidades psíquicas. Cuando lo que se piensa o se dice coincide con los hechos y las realidades, entonces la relación es verdadera. La verdad matemática, como la de cualquier otro juego, es exacta, porque solamente hace referencia al cumplimiento o no de las reglas del juego: 5 x 5 = 25, por definición (se hace un número tantas veces mayor como unidades tiene el otro); el alfil se mueve siempre en diagonal y por su color, porque así lo dice la norma del ajedrez. Pero las verdades físicas son sólo aproximativas, según la información y tecnología de que se dispone. Las verdades sociales, por su parte, dependen de los valores que entran en juego, de cómo se entienden y de la capacidad de convenio entre las personas. Todas pueden cambiar si se cambian las reglas de juego, si se perfeccionan las teorías y técnicas de investigación y si se modifican los valores e intereses humanos. El concepto de verdad es un concepto utópico, porque las cosas casi nunca son como parecen, pero incluso cuando descubrimos que no son como parecen, podemos seguir descubriendo que tampoco ahora son como parecen, y que pueden seguir indefinidamente no siendo como parecen. Sin embargo, en pequeños o parciales aspectos sí van siendo como las vemos: una piedra que cae, un dolor de cabeza, un pincho de tortilla, un beso de tornillo. Son hechos indiscutibles. Por eso, no es correcto afirmar que 'las cosas no son lo que parecen', ya que nunca sabemos a ciencia cierta cómo son. Pero, eso sí, sabemos que sólo sabemos de ellas lo que parecen ser en cada momento de observación, porque la apariencia cambia, y como es lo único que 'vemos', sabemos, por ello, que todo cambia. De ahí que se imprescindible tener que seguir afinando nuestra manera de hablar de la verdad. En una de mis clases de Bachillerato realicé la siguiente experiencia: "Imaginemos que visitamos un paisaje del que nadie tiene noticia, en un lugar despoblado de la Tierra. Cuando bajamos del helicóptero encontramos delante de nosotros una pequeña montaña llena de zarzales (o algo así). Todos estamos viendo que eso es verdad. Nos preguntamos qué habrá al otro lado, en la ladera que no vemos. No lo sabemos. Sólo podemos suponer que habrá lo mismo. O quizás no. Subimos andando y al superar la cumbre, comprobamos que la montaña también está llena de esas plantas por esta parte". La pregunta es: ¿Era ya verdad que esa parte de la montaña estaba llena de zarzales antes de verla nadie? La mayoría de los alumnos respondió que sí. Sólo dos dijeron que no, porque la verdad exige los dos elementos: el observador y lo observado. Les dije que esto último es lo correcto, según la lógica de la definición. 'Es' (presente) verdad que existía ese aspecto del paisaje, pero no 'era' (pasado) verdad que existiera. Porque sólo ahora comprobamos que 'es' verdad que existe, y también podemos, razonablemente, suponer que 'es' verdad que ya existía antes. Lo mismo podemos decir de las estrellas que vemos 'hoy', a pesar de hacer millones de años-luz que iniciaron su camino hacia nosotros. Probablemente, en origen, ya no existan. Sin embargo, la única verdad totalmente segura es que ahora las vemos, por tanto ahora son 'verdad', antes no, por faltar un elemento de la relación, el 'pensador'. Podemos decir que 'estaban' allí, pero no que 'era' verdad que estaban allí, sino más bien que 'es' verdad que estaban allí. Por eso, cuando Berkeley afirma que 'esse est percipi' (ser es ser percibido), se refería quizás a que sólo se puede hablar de lo que se 'conoce', en términos de información objetiva, sin entrar en la existencia pasada o posible. Y, en la misma línea, Nietzsche dice que lo cognoscible sólo corresponde a las 'apariencias'. La existencia puede expresarse en tiempos distintos del verbo, pero la constatación de la verdad va siempre en presente y en presencia del sujeto cognoscente y del objeto conocido. No obstante, lo poco o mucho que se va logrando como 'verdadero' se puede guardar para los que vengan detrás. Porque lo que 'es' verdad puede seguir siéndolo por mucho tiempo, como la tabla de multiplicar, la ley de caída de graves o la alternancia del día y la noche. Y lo que 'fue' verdad siempre nos puede valer de modelo o recuerdo, con tal que haya vestigios o datos de su existencia. El pensamiento, afortunadamente, no se tiene que ajustar a la verdad. Por eso decía Aceorking: "Una cosa es lo que piensas y otra lo que 'ves'". Por eso, se puede hablar de lo que no se sabe. De relatos fantásticos están llenas las bibliotecas del mundo. La ciencia cabe en una décima parte de sus estanterías. De ahí que no se deba ir a buscar la verdad a cualquier libro. Casi ninguno lo contiene del todo. Pero la mayoría ni la busca. La verdad de los 'fenómenos naturales' es lo que se 've' (epistemológica). La verdad de lo 'bueno' es lo que se 've' que todo el mundo 'prefiere'; en Eticología: lo que 'prefieren' todos lo seres humanos (convenida). La verdad en Matemática, en Lógica o en los juegos se da cuando se 've' que coinciden las 'operaciones' realizadas con las 'reglas' establecidas (formal). Esto supone que hay un criterio (o debe haberlo) para saber cuándo es verdadera cualquier afirmación, cualquier valoración o cualquier cálculo. Por ejemplo, para poder decir: "¡No es verdad que eso esté bien hecho!", hace falta contar con al menos un valor previamente convenido y la evidencia o constatación de que esa conducta se aparta de él.
Para terminar, me permito hacer una referencia a la teoría 'andrófila' de la etimología de la palabra verdad, en la misma dirección que virtud o valentía. Se dice que deriva de 'vir' (varón) y de 'video' (ver). La verdad, en consecuencia, sería lo que 'es visto por el varón', porque se supone que es más de fiar, ya que la mujer o no sabe ver, o 'desvirtúa' lo que ve. En cualquier caso, el concepto de verdad no nació con una buena fundamentación, sino más bien vacilante. No sé cómo se dice en Indoeuropeo, pero no ha tenido mucho éxito, a juzgar por la variedad de términos distintos utilizados en las principales lenguas occidentales: 'Alézeia' en Griego, 'veritas' en Latín, 'Wahrheit' en Alemán, 'truth' en Inglés, etc. Sin embargo, siempre han existido visionarios 'dogmáticos', convencidos de poseerla, bien por haberla alcanzado mediante 'profundas' elucubraciones, bien por haberla recibido 'graciosamente', como revelación, por designio del Destino. No obstante, la 'verdad' es lo que se busca, lo que interesa, lo que se quiere 'ver'. Y, a medida que nos aproximamos más a 'eso', nos quedamos más a gusto y sabemos solucionar mejor nuestros problemas (sabemos por qué nos duele, y tenemos los instrumentos para erradicar la causa). Esta aproximación se muestra a través de nuestra progresiva familiarización con la naturaleza física y con la psicología humana, mediante la investigación y el diálogo, gracias a la ciencia y el trato con los demás.
Juan Verde Asorey
Cáceres, 20 de febrero de 2007